martes, 15 de febrero de 2011

Historia regional: El bandido que sólo comía lenguas de yegua

Asensio Brunel fue un legendario cuatrero que asoló la Patagonia durante los primeros años del 1900. Lo buscó la policía de Ñorquincó y Cholila, y desde Bariloche se despachaban comisiones para dar con su paradero.





Su fama de ladrón sanguinario se acrecentó cuando trascendió que el secreto de su agilidad y audacia se debía a que “solo comía la lengua de las yeguas que él mismo mataba”.
Su nombre llenó páginas de los diarios en Buenos Aires, con textos telegrafiados por asustados corresponsales que pedían al gobierno central “medidas urgentes para poner coto a sus andanzas”.

Los gobernadores de los territorios nacionales del Chubut, Julio Lezana, y de Santa Cruz, Gregorio Aguirreberry, se estremecían cada vez que las apariciones casi fantasmales de Brunel dejaban un tendal de cadáveres a su paso.

Nunca quedó del todo clara su procedencia, aunque los historiadores que más han buceado en sus orígenes lo ubican como “un malvinero que ancló por Punta Arenas hacia 1890, sin ocupación ni estado civil conocido”. Ya hacia finales del siglo XIX su figura temible y furtiva tenía a maltraer a los carabineros chilenos.

Los motivos por los que ingresó a la delincuencia, se remontan a una noche en que, presa de celos, mató a un compañero con el que bebía en una taberna de mala muerte en el puerto trasandino, donde se hizo de su primer caballo ajeno para cruzar la frontera y perderse en las estepas de la meseta santacruceña.

No tardó demasiado en armar una banda que se dedicó a robar caballos que vendían en las graserías de la región.

Víctor Sepúlveda, Domingo Santos, Presentación Heredia, Felipe Montenegro y Manuel Córdoba fueron sus secuaces más renombrados y tras ellos la policía fronteriza lanzó una y otra batida, casi siempre con resultados negativos.

Al despertar el nuevo siglo, la inmensa y solitaria Patagonia-con límites no del todo definidos entre Argentina y Chile-, era la patria prometida para cientos de inmigrantes y pioneros de todo el mundo, con espacios despoblados y vulnerables por el peligro siempre latente de una disputa armada.

Esta contingencia, a su vez, lo transformaba en un paraíso frío y ventoso para los delincuentes. Cada atraco siempre tenía una cuota de audacia y alevosía que potenciaba la notoriedad de los delincuentes.

Alevosía

El primer asesinato violento adjudicado a Brunel y sus compinches fue el de Máximo Volmer, un alemán con estancia en el lago Viedma.

Así lo relató el diario La Nación en su edición del 8 de junio de 1904: “Los bandoleros se hacen sentir en este territorio, de ordinario tranquilo. El señor York vino a Santa Cruz a denunciar  a las autoridades haber encontrado después de dos días de recorrida, el carro sin caballos, abandonado en el camino y el cadáver de su socio, Volmer, con el cráneo destrozado, las piernas y los brazos mutilados y varias heridas en la espalda. El móvil del crimen ha sido el robo de los víveres, mercaderías y valores que Volmer tenía en su poder. Se cree que los autores del asesinato sean varios bandoleros armados de Winchester y bien municionados, que recorren el territorio, canales del estrecho y frontera con Chile. Entre ellos se encuentra Asensio Brunel, Sepúlveda y Zúñiga, chilenos y dos más de nombres desconocidos”.

Agregaba el telegrama del corresponsal que los bandoleros cortaron el telégrafo en varios puntos, que habían robado en el mismo raid varias tropillas de caballos y cortado alambrados en los departamentos del Coyle y Gallegos.

Medidas

Ante la creencia de que los bandidos rondarían entre las poblaciones de Puerto Santa Cruz y San Julián, los pocos vecinos residentes se alarmaron y reclamaron al gobernador Aguirreberry que actúe rápido. Se calmaron cuando se prometió la salida de agentes montados y armados en persecución de los criminales.

A los pocos días, fueron estancieros del centro del territorio que comunicaron a La Nación que “se encuentran justamente alarmados con la presencia de una gavilla de bandoleros, capitaneados por el ya famoso cuatrero Asensio Brunel”.

Atrapan a uno

El 25 de junio del mismo año, se comunicó a la Capital Federal que el comisario Herrera había atrapado “al individuo Presentación Heredia y que se las había arreglado para que confesara”.

Éste admitió pertenecer a la cuadrilla de Brunel, la que fue “armada y municionada por un oficial del ejército chileno, en Punta Arenas. En cuanto al trabajo, dijo que se ocupaba de robar tropillas. Se pagaban esos caballos a buen precio y se faenaba en la grasería de Río Seco”. Más adelante, Heredia reveló haberse separado del jefe por “una discusión en el desequilibrado reparto de una cuatrereada reciente”. También confesó haber estado “entre los que dieron muerte a Volmer”.

Billetes falsos
En tanto, por la zona de El Bolsón, el comisario Alanis de la policía fronteriza, vinculó a la gavilla en la introducción de billetes falsos chilenos a Bariloche. La denuncia decía que habían sido impresos en la villa de Pucón. Hay que recordar que por entonces era la única moneda circulante en todo este corredor cordillerano.

Habían comprado ganado con ese dinero y el mismo Alanis galopó doce leguas en dos horas para apresar a Ernesto Limilipán, antes que el contrabando pase a Chile por el valle de El Manso.

¡Guarda que vienen!

En tanto, a través del precario telégrafo, se supo que en Colonia Sarmiento el cuatrero Felipe Montenegro había robado una tropilla de “14 caballos de pelaje bayo y se dirigía al Nahuel Huapi”.

El juez letrado, desde Rawson, dio la orden de hacer una batida de 300 leguas por todo el departamento, pero para entonces ya hacía tres meses que el oficial Alejandro García estaba tras la banda capitaneada por Brunel.


El policía se había combinado con otra partida que salió desde Río Gallegos, al mando del teniente Carlos Peralta y que incluía a cinco soldados del batallón de infantería montada. Llegaron hasta el extremo norte del lago San Martín, pasando por Fitz Roy y el río Chalía.
Un parte publicado por el diario La Prensa, el 29 de septiembre de 1904, señala que “la patrulla y su baqueano permanecían mal montados y sin más alimentación que los guanacos, leones y avestruces que pueden cazar…Hay quienes aseguran que Brunel se encuentra en los cerros Baguales, donde fue avistado por un ovejero”.

Las noticias eran confusas: mientras algunos aseguraban que los delincuentes estaban por el centro del Chubut, otros los situaban “costeando la cordillera, en dirección a los canales del Pacífico”.

Faltan caballos

Las órdenes oficiales de persecución fracasaban muchas veces por la falta de buenas caballadas. Fue el propio presidente de la República, Julio Argentino Roca, quien firmara un decreto autorizando “la compra de 49 caballos, a $554 cada uno, es decir $ 2695”, para garantizar los medios indispensables en que se intentaría acorralar a los cuatreros. El documento tuvo que ser rubricado por los cinco ministros en ejercicio ya que era “un gasto excepcional y debe imputarse al presupuesto general”.

Al fin, el comisario Alanís salió de Bariloche (con refuerzos sumados en Ñorquincó y Cholila) y “después de veinte días de marcha atrapó a Víctor Sepúlveda, chileno, de 29 años, con su Winchester y sin pasaportes de los caballos”, según La Prensa del 19 de octubre.

Confirmada la identidad del sospechoso, el policía de frontera se dedicó a perseguir a Antonio Montenegro, que había sido visto cerca de Esquel.

Cayó Brunel

También fue La Prensa la que el 28 de octubre publicó la esperada noticia sobre la captura de Asensio Brunel.

“Persecución del bandolerismo, la captura de Brunel”, tituló el corresponsal por telegrama desde la colonia 16 de Octubre (hoy Trevelín).

Indicó taxativamente que “el 23 fue capturado en ésta el famoso acusado de cuatrero Asensio Brunel, que desde hace quince años atrás tenía atemorizados a los pacíficos habitantes de la Patagonia, con los robos de hacienda que se le atribuyen. Estaba en las inmediaciones, pero la nieve caía sobre sus huellas y despistaba a la policía”.

“Varios vecinos –prosigue- de los damnificados por Brunel prestaron su concurso a la policía en vista de los casi nulos elementos de que dispone. Consiguieron en una batida hacerlo salir del monte con el caballo cansado. Brunel ha recorrido la Patagonia de norte a sur y se ha fugado de la cárcel de Rawson en 1895, además de otras veces de las de otros territorios. Declaró que los otros tres compañeros con los que llegó a Santa Cruz siguen por la cordillera hacia Nahuel Huapi. Se dispusieron para ellos las policías de ésta, Ñorquincó, Cholila y Nahuel Huapi”.(Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario