jueves, 17 de febrero de 2011

El bandido que solo comía lenguas de yegua (parte II)

Asensio Brunel fue un legendario cuatrero que asoló la Patagonia durante los primeros años del 1900. Cayó preso el 23 de octubre de 1904 a manos de la policía fronteriza y fue el polémico comisario Eduardo Humphreys quien apareció por Rawson llevando al bandido.



En 1901 éste jefe policial ya había tenido problemas con el gobernador Alejandro Conesa y la situación se repetiría en 1905, cuando Julio Lezana estaba al frente del territorio. Al fin se decretó su baja cuando se comprobó que Humphreys estaba asociado con Pío Quinto Vargas, el doble asesino de Corcovado. El gobernado Julio Lezana fue el primero que se atrevió a recorrer la cordillera a caballo. Estuvo incluso en Ñorquincó y llegó hasta el lago Nahuel Huapi, donde paseo en el vapor “Cóndor”, recién botado por Primo Capraro después de traerlo casi a pulso desde Chile por el paso Peulla. Fue este mismo funcionario que en Cholila bailó una zamba con la no menos famosa pistolera Etta Place, la compañera de Butch Cassidy y Jesse James.

Eran los mismos tiempos en que el perito Francisco Pascasio Moreno trabajaba para fijar en forma definitiva la línea fronteriza con Chile; en que el futuro presidente norteamericano Teodoro Roosevelt paseaba por Bariloche y en que Juan Domingo Perón dejaba la Patagonia para ir a Buenos Aires a recibir educación por primera vez, al cuidado de su abuela paterna.

Se robó una mujer

Cuenta la historia que el bandido Brunel montaba en pelo y despreciaba las monturas. Era famoso porque saltaba de un caballo a otro a los que enseñaba a correr en paralelo.

Otra versión destaca una anécdota cuando, a toda carrera, se robó una joven tehuelche en plena ceremonia religiosa para perderse un tiempo entre las montañas.

Fueron memorables dos de sus huidas de la cárcel. Una en Río Gallegos, de donde se escapó en el caballo del propio comisario. Había entrado al poblado en busca de tabaco, pero fue reconocido y lo detuvieron. Permaneció varios días engrillado hasta que tuvo su oportunidad y no la desperdició. La otra, fue en Rawson, donde se escapó tirándose desde una ventana para caer sobre su cabalgadura y perderse en la oscuridad.

Destino

Aquel episodio de Punta Arenas, donde cometió su primer asesinato por celos, que lo obligó a galopar seis horas seguidas para cruzar hacia la Argentina, marcó su destino de fugitivo permanente.

En un raído expediente del archivo policial, el mismo Asencio Brunel reconoce que su drama es haber quedado sujeto a los caprichos de los gendarmes de uno y otro lado de la frontera, que “lo premiaba cuando robaba en territorio vecino, pero que lo apaleaba si fracasaba”.

El mítico cazador Long Jack, en Tierra del Fuego, relata un episodio ocurrido durante un invierno cerca del cabo de Última Esperanza: “Una madrugada llegó entre las sombras un grupo de jinetes. Traían un herido escarchado y en trance agónico”.

Todo comenzó en una estancia tras encontrar una vaquillona recién carneada y seguir las huellas entre la nieve. De pronto, vieron en la noche a un grupo de personas junto a un fogón. Una voz, desde el fuego, gritó “no tiren”, pero se escuchó un disparo. La respuesta obvia fue una verdadera lluvia de balazos hasta que un silencio sepulcral dominó otra vez la escena.

Con las luces del alba, los perseguidores hallaron una sola huella que se arrastraba ensangrentada hasta un arroyo cercano. Allí encontraron escarchado y moribundo a Asensio Brunel.
Creyeron que estaba muerto cuando lo entregaron en la comisaría de Tres Pasos. A los pocos días, cuenta Long Jack que lo vio resucitar. “Comía solo carne casi cruda”, relató en sus memorias.

Brunel se curó de las heridas y logró volver a caminar, pero ya no sería el mismo: una bala alojada en su cadera lo dejó rengo para siempre.

Dicen los relatos de época que pasó algunos años en una cárcel en Buenos Aires de máxima seguridad, donde lo visitaban algunos amigos que lo preveían con dinero. Cuando quedó en libertad se fue al Chaco, donde habría comprado una estancia y se dedicó a vivir en paz. Desde entonces, se pierde todo rastro de Asensio Brunel…, pero quedó dentro de las leyendas más singulares de la Patagonia..

Bibliografía: diarios La Prensa, La Nación, El Patagónico, El Austral, “El Gran Libro de la Patagonia Argentina” (editorial Planeta), “Buscados en la Patagonia” (Marcelo Gavirati), “Juancito Sosa, el indio que cambió la historia” (Hipólito Barreiro), “Historias de la Patagonia” (Francisco Juárez).

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