lunes, 14 de febrero de 2011

La lista oficial y la principal de la oposición, apuestan al mismo acompañamiento

La carrera por la gobernación en Río Negro, vuelve a darse en un escenario  dispar y ambiguo. El objetivo del Frente para la Victoria, orientado a mantener el poder a nivel nacional, abre nuevamente un juego de doble apuesta.



El candidato del confía en el apoyo d la Presidenta “Cristina”, mientras, Soria y Wereltineck se sacan la foto con la primera mandataria.
Como un designio al que parecen estar condenadas las ideologías, el “pragmatismo”, ha logrado imponerse entre las decisiones políticas de alto vuelo que darán finalmente el perfil del gobierno que conducirá por los próximos cuatro años o más, el destino de Río Negro.

El candidato del oficialismo, César Barbeito, disparó en un medio regional que se encuentra “dispuesto a seguir trabajando en esa línea, sin perder la pertenencia a nuestro partido”, en referencia con la Alianza Concertación, que llevó al actual Gobernador Saiz, al primer lugar luego del acuerdo con el ex presidente Néstor Kirchner. En ese marco, se sabe que el entorno más cercano a Saiz, es el que ha impulsado en todo momento esa sociedad política que. Dadas las circunstancias, tiene un asidero más bien estratégico que, desde luego ideológico. Durante el período actual, el Gobierno provincial ha acompañado las decisiones de Nación y en consecuencia se dio la reciprocidad planteada al momento de acordar la alianza.

Sin embargo, desde el otro lado, los candidatos del Justicialismo y el Frente Grande, Soria Wereltineck, respectivamente, también confían en el apoyo presidencial para lograr lo que podría traducirse como un hecho histórico: que el Radicalismo pierda en Río Negro.

Es evidente que el dinamismo de la política no encuentra otro mecanismo que el aliancista, para concretar los proyectos electorales al menos en esta parte del país, aunque los acuerdos de arriba hacia abajo, localidad por localidad e incluso con las provincias, ha sido la metodología adoptada para conservar el poder, por parte del Frente para la Victoria, circunstancias que le valieron al Gobierno nacional, para sostener su proyecto político durante dos períodos.

Por otro lado, Barbeito reivindicó “la alianza del gobierno radical de la provincia, con el gobierno nacional”, en ese contexto está claro que desde el oficialismo se busca contar con el apoyo nacional para la campaña.

No obstante, el mecanismo parece ser el de la espera y lo mismo se traduce hacia abajo. Es decir, podría suponerse que no habrá definiciones hasta que, justamente, existan estas. El gobierno nacional no acompañará a uno u otro, hasta que, en el caso de Barbeito, gane la interna del 13 de marzo o en el caso de Soria, se afiance en las mediciones y logre el mayor consenso posible entre los militantes de su propio partido.

Pese a ello, lo mismo podría leerse para con los candidatos locales, ya que la línea parece ser tan delgada que ninguno de los aspirantes a la gobernación, quiere dar el paso hasta tanto no contar con la mayor seguridad posible.  

En ese sentido, también es posible analizar que los frentes internos vienen cargados de ambigüedades y controversias, lo que ocasiona mayores dudas e inseguridades dentro de cada fila.

La causa, no sería otra más que el propio estilo de construcción, que ha dañado los procesos internos pese a obtención del poder, al menos para algunos. Puesto en “negro sobre blanco”, es el resultado de la interna, por ejemplo: Radical, que expone al referente del oficialismo alineado al Frente para la Victoria, desde la Concertación. Por otro lado, al Vicegobernador (Mendioroz), alineado a sectores opositores al Gobierno nacional, como la Coalición Cívica. Y finalmente, un grupo más pequeño, al menos en apariencias, que estaría buscando unir los ideales fundacionales del radicalismo y en alguna oportunidad prefirieron darse a conocer como los “puros”, encabezado por el ex legislador nacional Fernando Chironi.

Aunque ese juego de poder, no sólo se da en las filas del radicalismo. El Partido Justicialista, recurre la expulsión de los “compañeros que se pasaron de bando”, en un ejercicio que se dio como yuxtaposición de nombres más interesados n el poder que en el ideal partidario.

El escenario se evidencia como una interna cruzada, más allá de las particularidades de cada sector político y advierte sobre las transformaciones del ejercicio, que han venido dejando de lado esos principios que otrora se hacían valer en las compulsas partidarias. Por otra parte, no sería más que una muestra cabal de las conductas humanas en cuanto a la búsqueda del poder. Como se sabe, quienes lo tienen se unen.
Lo cierto es que aparentemente, han quedado de lado los objetivos de construir liderazgo, de fortalecimiento de las propuestas y, claro. La militancia, que merece un capítulo aparte.

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